viernes, 28 de marzo de 2008

ºIV CONGRESO REGIONAL DE A.A.



SIENDO AGRADECIDO
Una mujer miembro de A.A. recuerda que, aún durante lo más terrible de su carrera alcohólica, nunca perdió la fe y explica: “yo tenía una fe firme e inquebrantable… en el desastre. Cada mañana, mi primer pensamiento consciente era ¡OH, DIOS mío, cuáles serán las nuevas dificultades que van a golpearme en este día”
Cuando laguen tocaba a su puerta, ella sentía la seguridad de que era por alguna razón desagradable. Continuamente esperaba que el correo trajese cuentas y malas noticias. Y si sonaba el teléfono, suspiraba anticipando los terribles acontecimientos que le iba a informar.
Un gasto tan tremendo de energía en especulaciones negativas es familiar para muchos de nosotros; recordamos el oscuro panorama mental prevaleciente durante la etapa activa de nuestro alcoholismo. Parte de el, cuando menos, pudo ser simplemente un efecto farmacológico, que es una droga depresiva. Cuando logramos que salgan las últimas moléculas de alcohol de nuestro organismo, gran parte de la confusión desaparece.
Pero el hábito de pensar en forma neurótica y depresiva permanece en algunos de nosotros, hasta cuando aprendemos a descubrirlo y a desarraigarlo cuidadosamente.
Esto no es una receta para lograr un permanente optimismo insensato. No pretendemos que las dificultades no tengan sentido, ni queremos negar que todos debemos remontar algunas penali¬dades de vez en cuando. El dolor hiere realmente, y así también sucede con muchas otras clases de tristezas.

Sin embargo, ahora que nos sentimos libres del alcohol, tenemos mucho más control sobre nuestra forma de pensar. Tene¬mos un campo de pensamientos más amplio, y nuestra mente ya no está tan confusa. Los pensamientos en los cuales preferimos ocupar nuestro tiempo en un lapso cualquiera de 24 horas pue¬den influir fuertemente en la formación de nuestra sensación par¬ticular para ese día: brillante y saludable u opaco y desalentador.
Puesto que gran parte de nuestro pensamiento solía estar intrincadamente asociado con nuestro estilo de vida alcohólica, hemos visto que vale la pena observar estrechamente nuestros hábitos de pensamiento y buscar formas diferentes y mejores para utilizar nuestra mente.
Es probable que las ilustraciones siguientes no se ajusten exactamente a tu caso, pero si los problemas son distintos tal vez las emociones podrán reconocerse por los tonos emocionales conocidos que las acompañan. Algunas están intencionalmente exageradas, para que el punto que queremos tratar se aclare en forma inequívoca. Otras pueden, a primera vista, aparecer triviales. Muchos de nosotros hemos visto que los cambios sutiles y pequeños son un magnífico punto de arranque para lograr la recuperación fuerte y substancial.
Cuando nuestra hijita empieza a dar sus primeros pasos y se cae, golpeándose la frente y armando un berrinche, es muy simple verificar si está seriamente herida o simplemente asus¬tada. Entonces podemos tener la alternativa de gritar histérica¬mente porque la chiquilla se hirió o asuntó, y empezar a preocu¬parnos por todo lo que pudo haber sufrido; o por el contrario podemos también mantener nuestra sangre fría y tratar de con¬trolarla, dando gracias de que no haya ocurrido una lesión grave.

Cuando nuestro abuelo de 90 años de edad fallece después de una larga y penosa enfermedad, tenemos también una alter¬nativa. Podemos insistir en que lo único por hacer es enfurecer¬nos por la pena y lo desagradable de la sorpresa, o revolcamos en nuestro sentimiento de culpa. . . y. tal vez empezar a beber por cualquiera de esos motivos. O podemos también, además de estar tristes, recordar que él tuvo una vida larga, y probablemente buena y satisfactoria; que tratamos de hacer por él lo mejor que podíamos para manifestarle continuamente nuestro cariño; y que su sufrimiento, e infelicidad ya dejaron de actuar. Es muy dudoso que él agradeciera nuestra utilización de su muerte como excusa para emborracharnos y poner en peligro nuestra salud.
Cuando finalmente logramos visitar un lugar con el cual hemos soñado mucho tiempo, podemos concentrarnos en los incon¬venientes que ofrece nuestro alojamiento, la dureza del clima, el que ya no podamos gozar tanto como antes, o lamentar el hecho de que solamente podemos disponer de unos pocos días o semanas. O por el contrario podemos sentimos agradecidos por haber podido ir finalmente a ese lugar, y establecer mentalmen¬te una lista de los placeres sanos que podemos encontrar si los buscamos.
Debemos también vigilar nuestra tendencia a decir, "Sí, pero." en respuesta a cualquier afirmación optimista, positiva, o de felicitación. La buena suerte de un amigo o su apariencia juvenil, o la donación que hace algún personaje a una institución de beneficencia pueden tentarnos a decir amargamente, "Sí, pe¬ro. ...” Pero... ¿es que esta forma de pensar le ayuda a alguien, incluyéndonos nosotros mismos? ¿Es que no podemos dejar sim¬plemente que sucedan las cosas buenas? ¿Es que no podemos sentimos agradados por ello, en vez de tratar de degradarlas?

Aquellas personas que tratan de dejar el cigarrillo se dan cuenta de que existen dos posibilidades: la primera, refunfuñar continuamente acerca de lo difícil que es, "En esta ocasión, tam¬poco podré hacerlo" o "ahí .está, otra vez volví a encender otro cigarrillo"; y la segunda, tratar de gozar la maravilla de una res¬piración libre de humo, alegramos de que hemos pasado otra hora sin fumar y, aun cuando inconscientemente volvamos a encender un cigarrillo, congratulamos por haber podido apagarlo antes de terminarlo totalmente.
Si alguno de nosotros se gana $5,000.00 en una lotería que tiene $5.000,000 de premio mayor, es muy fácil señalar cuál debe ser la actitud sensata. Seguramente es no amargarnos por no haber alcanzado el premio mayor.

Continuamente se nos presentan oportunidades para tomar alternativas similares a las consideradas, y nuestra experiencia nos convence de que sentir gratitud es mucho más confortable, y hace que permanecer sobrio sea mucho más fácil. El descubrimiento de que no es difícil desarrollar el hábito de la gratitud si hacemos el esfuerzo se nos presentará como una grata sorpresa.
Muchos de nosotros fuimos reacios a ensayar este sistema. Pero los resultados hablaron por si mismos, y esto tenemos que admitirlo. Al principio tendremos que aprender a mordernos la lengua para no expresar el comentario cínico. Tendremos que tragar saliva dos veces antes de que se nos escape una anotación positiva pero nunca de las que tanto utilizábamos durante nuestra vida de alcohólicos activos. Pero poco a poco se va volviendo más fácil, y puede convertirse en una fuerza poderosa y confortable dentro de nuestro proceso de recuperación. La vida está hecha para gozarse, y nosotros queremos aprender a gozarla.
Haciendo memoria de épocas anteriores, durante nuestro período de bebedores, hemos recordado otra manifestación de negativismo, que es también del tipo de conducta que muchos hemos aprendido a cambiar, este cambio en nuestra forma de actuar ha traído también actitudes positivas y el mejoramiento de nuestros sentimientos.
Por alguna razón, gastamos una gran cantidad de tiempo pensando o haciendo notar o hablando de lo equivocadas o lo incorrectas que eran persistentemente las otras personas. Para algunas, este cambio empieza con la tentativa voluntaria de esperar y aceptar durante un momento la hipótesis de que posiblemente la otra persona pueda estar en lo cierto. Antes de apresurarnos a juzgar, suspendemos nuestra propia argumentación, escuchamos cuidadosamente, y tratamos de llegar a un resultado justo.
Puede que estemos equivocados, o puede que no lo estemos, esto no es lo importante aquí, cualquiera que sea el resultado a nuestra urgencia impulsiva de tener siempre la razón o llevar la ventaja. Hemos visto que un sincero “yo no se” puede ser renovador. Decir, “estoy equivocado, usted tiene la razón” es vigorizante para nuestras mentes cuando nos sentimos suficientemente en paz con nosotros mismos como para no sentirnos molestos por estar equivocados. Hemos llegado al punto de sentirnos tranquilos y agradecidos por poder abrir nuestras mentes a nuevas ideas. Los más fervientes Científicos siempre están alertas para aceptar los nuevos hechos que puedan probar que sus teorías están equivocadas, con el objeto de poder descartar las nociones falsas y llegar un poco más cerca de la verdad que están buscando.
Cuando logramos alcanzar una actitud mental similar, vemos que nuestro negativismo instantáneo ha empezado a evaporase. Tal vez un ejemplo pueda clarificar la elación que existe entre el deseo de tener siempre la razón o sea el negativismo de creer que todos los demás están equivocados. Y la libertad de poder estar equivocados nosotros mismos, para asimilar y utilizar las nuevas ideas y las ayudas distintas para permanecer sobrios.
Muchos de nosotros, cuando bebíamos, teníamos la absoluta seguridad de que nuestra manera de beber no era perjudicial. No necesariamente que estuviéramos pendiente de eso, pero cuando escuchábamos a un sacerdote, un psiquiatra, o un miembro de A.A. hablar sobre el alcoholismo, estábamos listos para responder que nuestra forma de beber era diferente, que no necesitábamos ninguna de las sugerencias que nos hacían estas personas. Aún en el caso de que pudiéramos admitir que teníamos alguna dificultad con nuestra bebida, estábamos seguros de que podríamos resolverla por nuestra propia cuenta. Por eso cerrábamos la puerta a cualquier tipo de información o de ayuda, y detrás de esa puerta continuaba nuestro alcoholismo con mayor fuerza.
Nuestras dificultades tuvieron que ser desastrosas y tuvimos que empezar a sentirnos muy desesperados para que pudiéramos abrir nuestras mentes un poquito y dejar entrar alguna luz que nos pudiera ayudar.
Par miles de nosotros, uno de los más claros recuerdos que incorpora la sabiduría de “ser agradecidos” es el recordar aquello que dijimos y pensamos originalmente acerca de A.A. cuando supimos de su existencia por primera vez.
“esto está bien para ellos, pero yo no estoy tan mal, de manera que eso no es para mi”
“He visto a un par de antiguos miembros de A.A. que andan borrachos en las tabernas. Por lo que ellos dicen, yo puedo asegurar que eso tampoco me podrá servir a mi”
“Conocí a un tipo que se unió a A.A. se volvió un abstemio, rígido, fanático, aburrido e intolerante.”
“No es para mi todo ese asunto de DIOS y tener que asistir a las juntas. De cualquier manera, nunca me han atraído las agrupaciones”

Hoy en día, la sinceridad nos obliga a admitir que hemos gastado más tiempo concentrándonos en esas opiniones negativas, y reforzando nuestras razones para beber, del que invertimos real¬mente investigando a A.A. con una mentalidad abierta. Esa in¬vestigación era muy poco científica. Por el contrario, fue super¬ficial y pesimista, una búsqueda de las cosas que no nos iban a gustar.
Nosotros no hablamos con un número suficiente de miem¬bros recuperados, ni leímos profundamente la literatura disponi¬ble sobre y acerca de A.A. Si no nos gustaron algunas cosas o personas que" encontramos en A.A., inmediatamente rechazamos a toda la Comunidad para tener 1;3 excusa de que habíamos en¬sayado, pero no nos sirvió. (¡Esto nos recuerda al hombre que dijo que no le gustaba la lectura porque en una ocasión había leído un libro que no le había satisfecho!).

Ahora vemos claramente que hubiéramos podido actuar en otra forma. Hubiéramos podido dedicar algún tiempo a buscar las cosas que nos gustaban en A.A., formas distintas en que pu¬diéramos aprovecharlo mejor, ideas y afirmaciones con las cua¬les pudiéramos estar de acuerdo. Hubiéramos podido sentimos agradecidos de que A.A. reciba afectuosamente a sus visitantes, y que no- les obligue a tomar decisiones inmediatas. Podríamos sentimos agradecidos de que A.A. no tenga cuotas, ni matrícu¬las y no exija adherencia formal a ninguna doctrina, regulación o ritual. Si algunos de los A.A. nos parecieron charlatanes, había simultáneamente otros miembros sobrios, calmados y que habla¬ban más de acuerdo con nuestra manera de pensar. Hubiéra¬mos podido tratar de investigar por qué hay tantos expertos y eminentes profesionales que han apoyado a esta comunidad durante tantos años. Algo de todo esto debe ser bueno.
Hemos aprendido, que en muchas ocasiones el permanecer sobrio puede depender simplemente de hacer esta elección. Podemos gastar muchas horas buscando razones para convencemos de que deseamos o necesitamos o intentamos tomamos un trago, O por el contrario podemos invertir el mismo tiempo haciendo una lista de las razones por las cuales la bebida no es conveniente para nosotros y la abstinencia es mucho más saludable, llenándonos así de ideas, de acciones que podemos llevar a cabo en lugar de beber.

Cada uno de nosotros hace a su manera esa elección. Nos sentimos muy agradados cuando alguien escoge una decisión similar a la nuestra. Pero ya sea que estés interesado en AA o no, ofrecemos nuestros buenos deseos para cualquier persona que trate de permanecer sobria en cualquiera de las maneras posi¬bles. Por consiguiente vivimos agradecidos de tener la libertad de hacerlo en las formas que se han descrito aquí. (DEL LIBRO VIVIENDO SOBRIO)

No hay comentarios: